Emilio Durán Vázquez, 2º Premio Searus-1980

EMILIO DURÁN VÁZQUEZ

Emilio Durán. Foto: Guadlaturia


Nota Biográfica

          Emilio Durán Vázquez nace en Sevilla en 1934. Se licencia en Derecho por la Universidad Central. Tiene publicados “Paralelo 40”y “Exilio de pecho adentro”.
          Inéditos “Ejercicio de retina”, “El día que murió César y otros poemas con la nada de fondo”, “Blanco es el color de la paloma”, “Siete pleamares, realizas y otros testimonios”, “Largo atardecer en Marielo”.
          Miembro del grupo de poesía sevillano “Gallo de Vidrio” edita en obras colectivas: “Tarde de júbilo seguida de excomunión” y “Diez poemas con la muerte por medio”.
          Colabora frecuentemente en la revista “Gallo de Vidrio”, así como lo ha hecho en la Prensa local y revistas de carácter nacional.
          Su obra está recogida en “Andalucía en el testimonio de sus poetas” (Akal 1976), “Nueva poesía: Sevilla” (Edit. Zero 1977), “A la orilla del sol” (Al debarán 1978) y “La poesía Sevillana de los años setenta” (Ed. Barro. 1980)
          Ha sido premiado en algunos certámenes de Poesía.

Emilio Durán Vázquez (1982)




Obra: “Afilando de nuevo sus navajas”
2º Premio, III Certamen de Poesía Searus, año 1980.



(“Y como de cristal, la torre
se quebrará seguramente”).
E. D

Hubo un tiempo germinal
en que la mente fraguaba
auroras de cárdenos espejos.
Todo podría producirse
como si de un portento se tratase.
Bastaba –pensábamos cándidos–
algún aire coloreado de banderas,
un grito arañado
los asfaltos repetidos de los días,
una frase, un pellizco
en alguna escondida esperanza cercenada
y en trance de inicua mutilación,
para soltar bandadas
de glóbulos por las venas
y anunciar el comienzo
del reino de los presagios en sazón.
Proclamaban las pequeñas cosas
sus aristas de ámbitos eternales
y pájaros, yerbas, aguas fluyentes
podían erigirse de algún modo
en vértices de las tardes y del mundo.
Sonaba a piedra
la voz del hombre cincelando
escorzos para el alba,
había un rumor de girasoles
enseñando al sol
a multiplicar amarillos por los campos
y los ancianos jugaban por las noches
a leer el pasado
en el fondo de los vasos consumidos.
Mas ese perdido tiempo
sólo es un jirón gris y desflecado
que aletea sin rumbo, descorazonadamente
por las heridas paredes del recuerdo
y nos vocea con penetrante silbo
que “Ya es tarde”, que “Ya es tarde”.
Y doloroso resulta
Aceptar la geometría cainita de la lucha,
la fracción en pus y rabia
del suelo hecho de trabajos
y de amores
y recomenzar –otra vez más–
la función repelente de las muertes.
Pero como cortadura de basalto,
Lámina hiriente de acero,
la guerra caracolea sus mentiras
y divisiones de pretextos se alinean
en los más escondidos polvorines
preparando su segundo fulgurante.
Y lo peor no es
–siendo inútil–
morir alcanzado en este baile
de locos trogloditas ebrios
sino el caer sepultado
bajo losas de ritos y charangas
y palabras como flautas histéricas
sonando a los búhos de la nada.
Viendo cómo este carrusel de fieras enjaezadas
con túnicas, emblemas y atalajes
y arrojando falacias como salmos
empujan a los hombres hacia el abismo.
Vieja y bestial tierra enferma
que afila de nuevo sus navajas
en la noche tabernaria se sus odios
sin siquiera mirar por la ventana
la cinta fría de la amanecida
que descuelga
centímetros de esperanza inútilmente.

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