Onofre Rojano. 1º Premio Searus-1978


ONOFRE ROJANO

Foto: Diario de Jerez


Biografía

          Onofre Rojano, nace en Sevilla, en enero de 1943, ciudad donde reside, trabaja y escribe. Desde el año 1964 se ocupa de la literatura de una forma seria y continuada, habiendo alternado la poesía, el teatro y la prosa (narraciones y cuento infantil).

Obras Publicadas:
1967.-“LAS HORAS CAIDAS” (Editorial González Cabañas).
1973.-“GENTES DEL SUR” (Colecc. Tema Sur) Grupo Canícula de Sevilla 1ª Edición.
1975.-“POEMAS PARA LLORAR DESDE LA OFICINA” (Imprenta Zambrano).
1978.-Carpeta Colectiva del Grupo BARRO “POETAS DE ANDALUCÍA” (Imprenta Cansino).
1978.-“GENTE DEL SUR” (2ª Edición aumentada. Copistería Sevillana).
1979.-“DEL VERDE AL HOMBRE” (Colecc. VASIJA. Sevilla).
          Ha sido Premio “Guipuzcoa de Teatro Castellano 1966” por su obra “LA COLECCIÓN”.
          Accesit en le I Certamen de Teatro Corto de Lucena (Córdoba) 1970 por su obra “LAS BOTELLAS”.
          Premio Barahona de Soto de Teatro Infantil 1971 con “FANTASÍA DE CARTÓN”. Homenaje a Walt Disney, y mención honorífica en el mismo premio el año 1973.
          Premio “SEARUS” de Poesía 1978.
          Fundador en 1977, con otros poetas, del grupo BARRO.
Ha colaborado en revistas especializadas. Ha estrenado varias de sus obras de teatro con grupos de cámara. Ha dado recitales de sus versos en los Ateneos de Sevilla, San Sebastián, Jerez de la Frontera, Universidad de Valladolid, Granada y otros puntos de España.
          Ha sido Secretario de “CAL” Revista de Poesía de Sevilla, hasta su cierre el pasado año, 1979.
          2º Premio en el III Certamen de Autor de Teatro Corto (Lucena) 1980, por la obra “LA BODA”.
                                                 Onofre Rojano, 1980



Obra: “Verde canto por el hombre del Sur”
1º Premio, I Certamen de Poesía Searus, año 1978.



I
                                       Miró el paisaje frente a frente.
                                       Miró en los ojos del paisaje.
                                       Sintió que aquel paisaje le pensaba.
                                                           (Joaquín Márquez)



Todo el pueblo en ti representado.
Todo tú impregnado en paisaje,
hundido en ancestrales estrellas que marcaron
destinos;
vives goteando montañas,
ríos, árboles,
campiñas o herramientas que conservan aún retazos
de sudor y paraísos de olas.
Todo el pueblo en ti.
Todo forjado en tu figura,
petrificado en las células, como bocas de niños;
contenido en tu risa como casas sin tejas;
y en tus ojos de olivo,
y en tus cabellos de tierras y besanas,
y en tu frente de arado,
y en tus brazos como troncos de aire,
y en tus manos de huerto,
y en tu pecho de plaza
          abierta a cada soledad a cada queja,
y en tus pies de horizonte,
y en tu voz de ladrillo cocido y azotea.

Pueblo todo tú, hombre,
gente de anea y nube
nacido de la piedra y la fuente.
Pueblo todo tú, hombre,
perpendicular río de llama y de cohete.
Pueblo todo tú, Blanco. Verde y ocre.

Vibrante arteria entre el muro y la sangre.


II
Duele la cicatriz de la luz.
(V. Aleixandre)

Un canto verde por los muros,
por los muros aquellos sin noticias del hombre.
Desconchados y oscuros.
Un canto verde, colectivo y arraigado
en nuestros bellos muros de arena y de hierbas.
Muros de palabras calientes.
Muros de gas y nieve…

Un canto verde por entre los lacrados,
Grises muros de siempre.
Un canto por paredes de hombres macerados.

Alfabeto verde.
Gramaticales nichos aflorando el lenguaje,
cordilleras de años sepultados.

Un canto verde por los muros, por todas las bocas que no han sido.

Un canto verde por las tizas y las manos que quedaron en las sombras.

Un canto verde por las tapias y las hojas:
                    -“Tonto
                                       el
                                                 que
                                                           lo lea”-       

Pobre el que no lea el muro testimonio,
el que no escriba, el que no deje la historia de su voz,
su signo de alegría, la muerte de la roca.

Sólo hombre el que grabe.

Sólo hombre el que diga:

¡Corazón!
         
                    ¡Espiga!


III
Y luego un horizonte cansado de olivares.
(Julio Mariscal)

¿Y dónde está el hombre si el paisaje le ignora,
si le ignora la frente, la cicatriz
o le ignora la lluvia su cabeza de hojas?
¿Y dónde va el hombre si los caminos se cortan de su ausencia,

las manos se hacen zanjas,
se oculta la herramienta del pan
y la boca y el hijo se marginan;
si no se halla lazo, cumbre, torre ni conquista?

¿Y qué es el hombre si destruyó él mismo el perfil de la bóveda,
Las auroras y las cintas? ¿Si no grabó palabras,
si no creó ternuras,
curvó su piel bajo la espiga del estiércol y la vida,
si no mordió sus uñas?

¿Y qué fue de él
                    -del hombre-
si no llegó a las alas,
si no llegó a la luz o lloró sobre las ondas del alba?

Si no experimentó ira, náuseas o fatigas
por toda la masacre de mariposas azules
                                                 y amarillas libélulas.
¿Y quién es el hombre
si viste su interior de zócalo y penumbra de corbata y chaqueta?

¿Y qué será del hombre
si se encontrara entero, sin heridas
                                       -un tiempo no lejano-
Avanzada la tarde;
Sin estrenar los sueños, las palomas y la sangre…?
Si se encontrara íntegro, precintadas
en sus bolsillos las bengalas y las uvas.
Si se hallara incorrupto cuando mire por dentro de la tierra;
sólo ausente la vida en sus venas de algas…

Ya muerta la ilusión. Ya muerto el Hombre.
                                                 Muerto el verde.

Y arriba truene el sol, la piedra,
Rompiendo nubes, estallando bisagras.



IV

                                                 Los hombros de la noche
                                                 Le alcanzaron despacio
                                       y por el horizonte de la frente
                                       se le asomó la luna.
                                                 (Joaquín Márquez)


En todos los pretiles
          se muere el pájaro a diario.
En todas las veletas
          se suicida la lluvia,
          se mata el sol,

se deja el sueño al vuelo de la herida.
En todos los balcones,
                              Arriates,
agoniza la flor.
En todos los alambres
          Hay señales de sangre. Hay muerte.

En todas las ventanas se entierra el hombre.

Sólo en el verde hay vida.
Sólo en el verde
          se construye la risa.

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