Víctor Jiménez Guerrero, 2º Premio Searus-1991


VÍCTOR JIMÉNEZ GUERRERO
Foto: Biblioteca Bashir.

Nota Biográfica (1)

          Víctor Jiménez Guerrero nació en Sevilla en 1957. Profesor de Lengua y Literatura Española. Ha colaborado en diversas revistas y publicaciones.
          Autor de Al alba nueva de mi sangre (Sevilla, 1981). Primer premio XXVI Certamen “Poesía de Amor” Bollullos del Condado 1992. Actualmente, prepara un nuevo libro de poemas.

Víctor Jiménez Guerrero, noviembre de 1992.
         


Nota Biográfica (2)

          Víctor Jiménez nace en Sevilla, 1957, ciudad donde reside y ejerce de profesor. Ha obtenido, entre otros, los premios “Alcaraván”, “Villa de Benasque” y “Florentino Pérez-Embid”, promovido por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Poemas suyos han aparecido en revistas y suplementos literarios. En 1981 decide agrupar sus primeros poemas en un libro. Desde entonces, ha ido desarrollando una trayectoria que incluye los siguientes títulos: Cuando venga la luz (Ediciones Libertarias, Madrid, 1994), libro que puede considerarse como el de su presentación en el panorama lírico actual; La Singladura, obra escrita en 1987 aunque publicada en la colección Brevior, Sevilla en 1994; Apenas si tu nombre (Huerga y Fierro editores, Madrid, 1997) y Las cosas por su sombra (colección Adonais, Madrid, 1999). En la actualidad, dirige, junto al poeta Francisco Mena Cantero, la colección poética Ángaro, que preside su fundador Manuel Fernández Calvo.

Reseña biográfica tomada de la Antología 25 años de Poesía Searus, 2002
         
         
Dibujo: Emilio Gavira.



Obra: “NÁUFRAGOS”
2º Premio, XIV Certamen de Poesía Searus, 1991




          I
                                      
EL BORRACHO

Llega penosamente, aciago. Llega
como el sol que al ocaso, ya sin lumbre,
se muere al otro lado de la cumbre
después de desangrarse por la vega.

Llega, como velero que navega
hundiéndose en su honda pesadumbre,
errante y solo y fiel a la costumbre,
a su rincón de siempre en la bodega.

Llega y, tras esa amarga travesía,
ancla en el vaso su melancolía
frente al faro sin luz de la botella.

Y ahogando el desaliento con el vino,
mientras el mundo sigue su camino,
desanda su sendero huella a huella.



          II

EL CIEGO

A lo mejor es Dios –cualquiera sabe–
el faro que tus sombras ilumina
en esta singladura; la retina
por la que el puerto ves desde tu nave.

A lo mejor es Dios tu propia llave
de la vida, que libra tu sentina
de su carga de niebla y de rutina
y desencanto. Aunque la duda cabe.

A lo mejor es Dios o tu conciencia
el cabo con que amarras la existencia
cuando, ya inevitable el hundimiento

en las oscuras aguas de la umbría,
dejando como un sueño lejanía,
navegas sin timón y a contraviento.



          III

EL MENDIGO

Barco que tras penosa singladura
con la esperanza y Dios en otra esquina,
navega rumbo al puerto que adivina
entre la niebla de la mar oscura.

Junco que, enhiesta antaño su figura,
cuando al crepúsculo la luz declina,
el terco viento de la edad inclina
hallando bajo el limo sepultura.

Cóncavo el pecho de desasosiego
pasa el viejo mendigo, como un ciego,
apoyando en el báculo su pena.

Y, a la vez que su vino el sol escancia,
lentamente se muere en la distancia
cumpliendo con el tiempo y su condena.



          IV

EL POETA

          (Recordando a Miguel Hernández)

PRESO de soledad y de sí mismo,
lentamente, en su celda de aislamiento,
viene y va de la duda al desaliento
y cada vez más cerca del abismo.

Condenado perpetuo al ostracismo,
como un perro de luna tras el viento,
entre las sombras de su pensamiento
busca el día y encuentra un espejismo.

Reo, en suma, de olvido y muere lenta,
en su pecho desata una tormenta
y vive, por el rayo perseguido,

esperando mañana que, con suerte,
si bien no escapa nadie de la muerte,
al menos se le indulte del olvido

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