Jerónimo Calero Calero, 2º Premio Searus-2000


JERÓNIMO CALERO CALERO

Nota Biográfica (1)

          Jerónimo Calero Calero, nace en Manzanares, Ciudad Real, el 27 de octubre de 1946. Es comerciante de tejidos, si bien su atracción por la Poesía data de su infancia. Es cofundador del Grupo Literario AZUER, con el que bajo el patrocinio del Ayuntamiento de Manzanares, editan la revista CALICANTO. Desde el año 1995, viene presentándose a diversos certámenes literarios, consiguiendo entre otros los siguientes galardones:

“Molino de la Bella Quiteria”. Munuera (Albacete).
“La molienda de la Paz”. Consuegra (Toledo).
“Certamen Nacional Vicente Cano”. Argamasilla de Alba.
“Viriato de Poesía”. Real de San Vicente (Toledo).
“Vinos de La Mancha”. Alcázar de San Juan (Ciudad Real).
“Cartas de Amor”. Manzanares (Ciudad Real).
“Certamen de Bollullos”. Bollullos par del Condado.
“Orden Literaria Francisco de Quevedo”. Villanueva de los Infantes.
“Ciudad de Hellín”. Hellín (Albacete).
“Unión Cofradías de de Úbeda”. Úbeda (Jaén).
“Casa Castilla La Mancha Madrid”. Madrid.
“Pan, Tahona, Molino, Segador y Espiga”. La Solana (Ciudad Real).

          Ha publicado hasta la fecha dos poemarios, “Huellas” y “Desde el hondo lagar de la memoria”, y viene colaborando asiduamente en diversas revistas de creación literaria.

          Jerónimo Calero Calero, noviembre de 2001.


Nota Biográfica (2)

          Jerónimo Calero Calero, nace en Manzanares, (Ciudad Real) el 27 de Octubre de 1946. Es cofundador del Grupo Literario Azuer y la revista literaria Calicanto de dicha ciudad. Aunque su afición a la poesía es remota, es en los últimos años cuando se atreve a hacer su incursión en el mundo de los certámenes literarios, consiguiendo reconocimientos entre los que cabe destacar:
Premio “La Mancha” otorgado por la Orden Literaria “Francisco de Quevedo” de Villanueva de los Infantes de Ciudad Real, por lo que está en posesión del Título de Comendador que otorga dicha orden, 1999.
Premio de las Cofradías de Semana Santa de Úbeda (Jaén), 1999.
Premio de las Cofradías de Semana Santa de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), 2000.
Hellín (Albacete) Premio Ciudad de Hellín, año 1999.
Alcázar de San Juan (Ciudad Real) 1º Premio Certamen Literario Vinos de La Mancha.
Peña de Tomelloso en Madrid (Casa de Castilla La Mancha) 1º Premio, año 2000.
Juego florales del campo de Cartagena (La Palma), Premio año 2001.
Certamen de Poesía “Searus”. Los Palacios y Villafranca (Sevilla), 2º Premio año 2000 y 2001.
Premio Casa de Castilla La Mancha en Valencia, 2001.
Entre otros…

Reseña biográfica tomada de la Antología 25 años de Poesía Searus, 2002




Obra: “TRATADO DE GEOMETRÍA”
2º Premio, XXIII Certamen de Poesía Searus, 2000



                                     A veces falta vida para vivir el tiempo.
                                                 A veces falta tiempo para vivir la vida.


GEOMETÍA DEL TIEMPO

Siempre hay un fondo azul sobre la vida
aguardando el instante
en el que el tiempo se vuelva mariposa
y, lentamente, cruce el infinito.
Sutil –como una brisa imperceptible
que apenas en su roce desfigura
la estática quietud de las anémonas–,
va dejando su huella acrisolada
sobre el polvo sagrado del camino.
Como una cuenta atrás sobre el inicio,
Andando y desandando
–según soplen los vientos–,
se desliza, invisible, sobre el sueño
que supone saberse diferente.
Hasta que un recodo insospechado,
pierde la vida antiguas referencias
y se destrenza el pulso de las horas
que imprimieron anhelo a la existencia.

Y entonces ya no hay tiempo,
ni siquiera una raya que divida
el antes y el después, la sinfonía
se va rompiendo en notas sin sentido,
en pavesas que inundan la celeste
cavidad de los ojos. Casi siempre
son celestes y acuosos los ojos del invierno.
Y es invierno constante ese latido
que confunde el ayer de nuestros pasos
hoy vestidos de ausencia.
Tiempo,
Espacio ilimitado en el que el alma
habita penitente;
sucesión de latidos discrepantes
entre el ser y el no ser, ritmos precisos
para salvar un último misterio
donde la entrega es soledad y acaso
una puerta tendida a la esperanza.



GEOMETRÍA DE LA SED

Si esta sed que ahora siento
no pudiera quedar nunca saciada;
si no supiera, que dentro de un instante
voy a abrir el portón del frigorífico
donde el agua me espera transparente
fresca y recién filtrada
¿Cómo sería el poema?,
¿sabría reflejar el crecimiento
de una necesidad tan perentoria?,
¿describir el instante en que la boca
se me convierte en barro y se cuartean
los labios como piedras calcinadas?
¿O acaso mi cerebro,
seco como una arena misionera
dejará abandonadas sus funciones
y no sabrá decir sino: ¡socorro!?
Y si es así que somos
un charco en los caminos de la vida,
un charco como un mar, siempre buscando
el sustento preciado de la lluvia
que le preste razón a su existencia,
¿por qué nos atenaza la soberbia
y nos hace pensar que somos algo
más que una simple esponja inanimada?
Cuando el Mundo, cansado,
sienta que lo abandonan sus neuronas
y deje sus pasiones en reposo
esperando esa muerte, tan de todos;
cuando queden sin agua sus aljibes
y no haya fontanero que descubra
esa última avería imprevisible…
¿Qué hacer, cómo expresar el sentimiento
de esas horas de anhelo, de ese tiempo
que nos pondrá en los ojos una lágrima
para más sinrazón de la impotencia?
Definitivamente
todo será fingir, si amanecemos
ignorando que el muerto de la imagen
ha dejado en el aire sus preguntas.



GEOMETRÍA DEL BESO

Si tu beso,
ese anhelo furtivo de mañana de octubre,
no se hubiera fundido como gota de lluvia,
¿dónde habría guardado su destello?
Cuando alguien preguntara
¿qué llevas en la mano con tanto miramiento?
yo diría: ¡Su beso!
Y abriría mi palma para mostrar su brillo
su exacta transparencia,
su figura de labio detenida en el gesto.
Me dirían ¡miradlo! ¡ha robado una gema!
Abrirían ventanas los vecinos ansiosos
que no tienen costumbre de que aquí ocurra nada,
seguirán mis pasos y yo, acaso asustado,
les diría, no es nada. Es tan sólo un beso…
Pero ya ves, ni huella me quedó sobre el rostro.
Fue tan breve el instante, tan profundo el silencio,
que una lágrima nueva me nació en las entrañas
navegando la pena de sentirte imposible.
Si hoy recuerdo tu beso,
es porque he puesto el alma a buscar salvavidas
en los cuales asirme (tú no sabes qué es esto)
para seguir mostrando mi cara de payaso,
mi perfecta sonrisa de persona hacendada,
mis razones de peso para no hacerme un mártir
o un imbécil profundo desnortado y sin tiempo.
Si tu beso,
–esa cosa pequeña que brotó de tu aliento–
se me hubiera grabado de manera indeleble,
si cada nuevo día, igual que la pereza
despertara en mi almohada con el sabor de entonces,
¿qué podría decirle a quien viera mis ojos
sonreír tontamente sin motivo aparente?
Es su beso, diría
señalando ese espacio
en el cual germinaron las razones del alma.
Y es seguro que entonces, con palabras de envidia,
alguien fuera a la plaza pregonando el suceso.
Hay razones, instantes, pequeñísimas proezas,
que se quedan en esa laxitud del misterio.
Y en el último instante, cuando nada pervive,
Reverbera un destello sobre toda la ausencia.



GEOMETRÍA DEL ANSIA

Ni Hércules ni Homero.
Como un escarabajo pelotero
voy arrastrando el mundo
–mi mundo construido pulso a pulso–
hasta que aguante el cuerpo
o se deshaga la bola incontinente.
Ni héroe ni coloso,
solamente adaptado
a este gran carrusel donde la vida
cabalga y descabalga
su insólita legión de kamikazes
para sentar las bases de un ingente
suicidio colectivo.
(Ese empeño en medirse con los otros
en un absurdo intento de epopeya
o en un insano afán de predominio)…
Yo quería llegar a convencerme
de que vale la pena;
de que la vida tiene unos valores
y que sólo hay un fin rusticado
(algo había que salvar de tanto incendio
como asola los bosques de la sangre);
yo intentaba creer que en este instante
por el que voy cruzando hacia el olvido
estallaban ingentes luminarias
poniendo claridades en lo incierto.
Pero no sé en qué parte del camino
he podido sentir el desconsuelo
que empieza a dominarme;
dónde perdí la fuerza necesaria
para seguir subiendo esta pendiente
hacia no sé qué meta;
dónde quedó el impulso, o el deseo,
o la simple razón que me animaba
en esta lucha a muerte.
Vencido al fin, reposo
en esta última esquina de una senda
que apenas se perfila
y descubro las huellas de unos pasos
antiguos y humillados
que el viento va borrando porque acaso
la huella poco importa
a quienes han de hacer su propio mundo
e izarlo pulso a pulso…
Porque no somos dioses.
Ninguno de nosotros somos dioses,
a pesar del esfuerzo sobrehumano
para llegar a serlo.
Ha llegado la hora
de descubrir veredas diferentes;
aún tengo la esperanza, lo confieso,
de encontrarme a mí mismo
en este desangelo que me invade.
Yo no quiero ser dios, ni hacer un mundo
amasado de sueños,
–los sueños se deshacen en instantes–
ya sólo quiero ver lo que se oculta
detrás de la ambición o el despropósito
y sentir que mi sangre es un fluido
donde el amor navega eternamente.

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