Jorge de Arco, 1º Premio Poesía Searus-1996



JORGE DE ARCO

Nota Biográfica (1)

          Jorge de Arco nace el 4 de Octubre de 1967, en Madrid. Es licenciado de Filología Alemana por la Universidad Complutense de Madrid. Durante el curso 94/95 trabajó como profesor de Español en Hamburgo, Alemania. En la actualidad trabaja como profesor de Lengua y Literatura en el Colegio La Salle de Arcos.
          En Junio de 1993 le fue concedida por el Ministerio de Cultura una Ayuda a la Creación Literaria, en la modalidad de Poesía. En este apartado ha recibido el premio Prometeo, el premio Isabel de España, el premio Ciudad de Puebla de Moltalbán y el premio Rodrigo Caro de poesía, galardón que le concedió el Colegio de Abogados de Madrid en el IV Centenario de su Fundación. Tiene en su haber la Medalla de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, en el género de Narrativa.
          Poemas y Relatos suyos han aparecido en diversos periódicos y revistas literarios.
          Acaba de concluir la traducción de la obra poética completa de escritor alemán Wolgang Borchert.

          Jorge de Arco, noviembre de 1997.

Jorge de Arco


Nota Biográfica (2)

          Jorge de Arco nace el 4 de Octubre de 1967, en Madrid. Licenciado en Filología Alemana por la Universidad Complutense. Durante el curso 94/95, fue Profesor de español en Hamburgo, Alemania, y desde entonces ejerce su actividad como Profesor de Lengua y Literatura Española para extranjeros en la capital de España.
          En Junio de 1993 le fue concedida por el Ministerio de Cultura una Ayuda a la Creación Literaria, en la modalidad de Poesía. En esta especialidad ha recibido a su vez el premio “Isabel de España”, “Ciudad de Tomelloso”, “Rodrigo Caro”, “Ciudad de Alcalá”, “Comunidad de Madrid”, “Villa de Aoiz” y “Fray Luis de León”. Tiene en su haber la Medalla de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, en el género de Narrativa.
          Poemas y Relatos suyos, así como versiones de poemas alemanes e ingleses han aparecido en diversos periódicos y revistas literarias de ámbito nacional e internacional. En la actualidad, colabora en el diario ABC, y ejerce la crítica literaria en diferentes publicaciones, principalmente del Sur.

Publicaciones:
          Libro de poemas Las lágrimas invertidas. Huerga y Fierro Editores, Madrid 1996.
          Libro de poemas Lenguaje de la culpa. Alcalá-Poesía, Alcalá de Henares 1998.
          Libro de poemas De fiebres y desiertos. Visor, Madrid 1999.
          Frontera del silencio. Algorán, Alcalá de Henares 2001.

Reseña biográfica tomada de la Antología 25 años de Poesía Searus, 2002




Obra: “DEJAD QUE LA DISTANCIA
            SE DETENGA EN MIS OJOS”
1º Premio, XIX Certamen de Poesía Searus, 1996



                                       “…En esta hora en que lo mágico
                                       del texto de la luz sobre mis ojos
                                       me hace volver de la ciudad de invierno.”
                                                                     Carlos María Martínez.




                    1

Queda un silencio antiguo,
la memoria de tantas estaciones
tras el frío del mundo.

Cada cosa en su sitio:
El pan sobre la mesa, dibujada
en los cristales
la misma estrofa que alentaste el vaho
enamorado, el índice
de saberse a un centímetro del miedo.
La pluma, las vocales, un sinfín
de mediodías pálidos
-mudada la costumbre en cada gesto-,
un ajedrez con piezas de esperanza,
feliz por encontrar
a mi regreso
tan sólo un movimiento -¿dama, alfil?-
Y nada. Nadie
que me trastoque el tiempo, los colores,
las tristezas colgadas del armario,
el norte de los días,
la sombra de uno mismo.



                    2

Al borde de la vida, abandonado
a los meses más lentos del otoño,
corregía el silbido de los vientos,
los relojes de arena, su delirio,
la soledad sin fecha.

Se abría la ciudad de par en par.
Mientras, las calles eran una nieve,
una voz, un lamento inalcanzable.
Tras el lento girar de los trapecios,
doblaba equivocadas las esquinas,
con los dedos trazaba
en los mapas la carne y el silencio
de aquel hogar.
Con los ojos clavados en la espera
creía
ver los perfiles
familiares cruzar por el jardín
de las palabras
-oyéndome de nuevo, sin respuesta-
y
los inciertos contornos de los bosques,
las luces solitarias en la niebla,
los rostros más antiguos, las cenizas
de un tiempo de deseos y penumbras,
el súbito espejismo de un país extranjero.



                              3

Correr tras los tranvías, hacer dócil la lengua
de uno mismo, perderse entre el cielo y la nada
sacudirse la ausencia, soñar con la derrota…

Entre la nieve, Hamburgo,
con un tacto agridulce en las aceras,
más allá de los límites
que la obediencia
de un lugar me dictase,
bajo el mismo aguacero, despojado
de aquella transparencia que incendiara
la feroz alegría
de una edad sin conjuros.

Pero entonces, mi cuerpo,
como un enjambre frío, solitario
de labios y de voces,
hecho pedazos, vidrio de un color
inerte, vidrio pálido, clavado
en la boca de un río
que no manaba sangre, sino duelo.

Tantas veces surqué
la inútil
geometría del agua en los canales,
el aroma secreto de los tilos,
el mismo sabor vano del alcohol…

Inocente manera de ignorar la existencia.



                              4

El silencio más hondo que recordaba nunca,
quizá fuera pasado, prodigio en la memoria,
morada donde digo, junto a esta luz velada,
que no hay mayor derrota que la de consentir
al corazón la triste historia de sus días.
Retomar lo vivido sin dejarse atrapar
por el sosiego dulce y liviano del tiempo,
al compás de la hierba llovida, de los mirlos
alzados en las ramas, dóciles en su canto.
Pero ahora que antigua desnudo la pasión,
trazado en las ventanas el gesto de la luna
-en los labios la vida sin apenas nombrarla-,
tal vez me fuera lícita la frágil tentación
de hablar de aquel amor real y consentido,
rehecho sin premuras, dolido en su costumbre.
Volver al mediodía más hermoso en sus ojos
cosidos a un tranvía de una tarde en Lisboa,
asomados a un muro de tristeza y de viento,
sumidos en las calles de un verano escocés,
o niños de papel entre el Sur y sus olas.

Pues no era espejismo aquella transparencia,
sino dulce tibieza, huellas de un mismo cielo,
inevitable don que así nos conmovía.



                              5

Y las estaciones fueron lamiendo los márgenes
de la memoria, los instantes remotos y se deja-
ron caer desde el plural de un verbo incierto como
tres cerezas tristes; y apenas si hubo espacio para
escuchar el aire que arrancó del calendario las
hojas –digo, la distancia– que trajo hasta mi ori-
lla el calor de las olas del verano.
El tiempo era un gigante que regresaba a su
guarida, como el viajero que retorna a los anti-
guos paisajes que guarda entre sus párpados.
Entonces, hubo que inaugurar un nuevo corazón,
desprenderse de sabor extraño que el perdón
otorga, fingir, que no importaba, que a uno lo
hubiesen olvidado.



                              6

Y ahora que Septiembre va diciendo
su viento, y en las aguas solo queda
el clamor de las tardes contemplando
la marea crecida, la luz leve
que el cielo dibujara a mis espaldas,
bebo la sal, la herida que las olas
me devuelven intacta en cada estío,
cuando toda la espuma de este tiempo
tiembla como un adiós entre los labios
y el color de mis ojos sabe a mar.

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