Luis María Murciano, 1º Premio Poesía Searus-2003


LUIS MARÍA MURCIANO

Nota Biográfica

           PREMIOS DE NARRATIVA Y POESÍA

*Primer Premio de Narrativa Decano Pedrol del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Año 1995.
*Medalla de Oro de Narrativa Breve de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Año 1996.
*Primer Premio de Cuentos de la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid. Año 1998.
*Primer Premio del Concurso de Relatos “Reescribir El quijote”, convocado por el diario “EL PAÍS”, la Editorial Alfaguara y el Círculo de Bellas Artes. Año 1998.
*Primer Premio del V Concurso Nacional de Narrativa Breve de Tomelloso. Año 1998.
*Primer Premio del V Certamen de Narrativa Breve de Castejón (Navarra). Año 1998.
*Primer Premio del XII Premio “Clarín” de Cuentos, (Madrid). Año 1999.
*Primer Premio del XXI Concurso Nacional de Narrativa de Bargas (Toledo). Año 1999.
*Primer Premio del XI Concurso de Cuentos “Cafetín Croché”, de San Lorenzo de El Escorial. Año 2000.
*Primer Premio del XI Certamen de Relato Corto “Antonio Machado”, de Albacete. Año 2001.
*Premio del Concurso de Cuentos “Ciudad Villa del Río” (Córdoba). Año 2001.
*Primer Premio del Certamen Internacional de Relatos de Teruel. Año 2002.
*Primer Premio del Certamen de Relatos “Ana María Matute” de la Comunidad de Madrid. (Año 2003).
*Primer Premio del Certamen de Relatos “Puente Zuazo”, Academia de San Romualdo. San Fernando (Cádiz). Año 2003.
*Premio de Poesía de Ateneo Cultural de Sanlúcar de Barrameda. (Cádiz). Año 1999.
*Premio de Poesía del Ilustre Colegio de Abogado de Madrid. Año 1999,
*Premio de Poesía “Aurelio Guirao”, de Cieza (Murcia). Año 2001.
*Primer Premio de Poesía “La Espiga de Oro”, de Pozaldez (Valladolid). Año 2002.
*Primer Premio de Poesía “Rodrigo Caro” del Colegio de Abogados de Madrid. Año 2002.
*Primer Premio de Poesía Al-Andalus. (Burgos). Año 2003.
*Primer Premio de Poesía de Villarrobledo (Albacete). Año 2003.

          Cuentos, poemas y artículos suyos han aparecido en diversas publicaciones españolas y extranjeras.

Luis María Murciano, Noviembre de 2004




Obra: “SONETOS DEL DESAMOR”
1º Premio, XXVI Certamen de Poesía Searus, 2003



                                     “Todo acabó, como se acaba el día
                                                           Entre las llamaradas del ocaso…”

                                                                                              Laura de Colloví


Al borde ya de abandonar la pluma,
de comenzar ese imposible viaje
donde no quepan en el equipaje
ni sombra, ni tristeza, ni la espuma

de tantos días sin la mordedura
desgarradora de la cruel serpiente,
reclino mi cabeza lentamente
y dejo que me gane la amargura.

En este pueblo blanco nos perdimos
tratando de olvidar la pesadilla
de dar cuerda al reloj de nuestros miedos.

Nadie podrá borrar lo que tuvimos,
la dicha, diminuta maravilla
que vimos escaparse entre los dedos.




Trazar la ruta en este laberinto
de recuerdos, de risas escondidas,
de mágicas mañanas ya perdidas
en las que tu rocío era distinto.

Te busco en la azotea, en la alacena,
si me vuelvo, te encuentro en el pasillo,
como la margarita pierdo el brillo
si deshojo las horas con mi pena.

Soporto la distancia aunque no puedo,
cansado de aguantar tantas derrotas,
perdido en la amargura de mis huesos.

Ha transcurrido el tiempo. Tengo miedo
de que las olas o las gaviotas
puedan borrar tus huellas y tus besos.




Sueño con un antiguo espejo. Luna
donde, tal vez, tu piel se reflejara
desnuda de dolor, y suplicara,
que nuestra dicha fuera sólo una.

Tu nombre sigue escrito en esta arena.
El tiempo no lo borra, ni el olvido,
y esa campana del amor herido
al cabo de los años ya no suena.

Sueño una primavera ya dormida
como suelen soñar los derrotados,
que nunca dan la guerra por perdida.

No importa si otra vez tiras los dados
que tejen y destejen esta vida:
nacimos y morimos condenados.




Nada me pertenece. Ni siquiera
una brizna invisible de tu llanto,
ni la sombra que cubre con su manto
la luz de esta tristeza verdadera.

El tiempo junto a ti fue la manera
de desterrar la angustia y el quebranto.
Pero ya no es posible. ¡Duele tanto
saber que se extinguió la primavera!

Pienso que si volviera su latido
saciaría esta sed de amor y olvido,
pero la soledad no se equivoca.

Tan vacío de ti, tan diferente,
nostalgio tu hermosura adolescente
mientras la escarcha cae sobre boca.




Bajo el disfraz oscuro del olvido,
la araña del amor tejió su baba
y derramó la pena que no acaba
sobre mi corazón entristecido.

Desde entonces, me he dado por vencido:
improviso mañanas junto al viento,
doy cuerda a este reloj que va tan lento,
vagando como un niño adormecido.

Hay tanta soledad que me parece
que a veces ya no importa la derrota
si tan sólo perduran los despojos.

Mas tu recuerdo no desaparece,
y, aunque alcance otra vida más remota,
jamás sabré vivir sin ver tus ojos.




Se avecina la noche y mi tristeza
ha escondido sus brazos en la fría
soledad. Esta sed, que es mi agonía,
no sabe dónde acaba y dónde empieza

ese desván de sombras, esa pieza
donde una vez rozamos la alegría.
Por mis manos resbala todavía
el manantial de tu delicadeza.

El tiempo a contraluz. La madrugada
extenderá otra vez su largo velo
y no hallaré la lumbre de tu huella.

Vendrá el amanecer y no habrá nada.
El tiempo es una celda, y mi consuelo
será no recordar la noche aquella.




Yo se bien que detrás de la memoria
florece entre la más amarga pena
la dicha de saber que mi condena
no es más que formar parte de tu historia.

Apenas me conmueve tanta escoria.
Tu llanto, como aquella tarde, suena
y no sólo es nostalgia lo que llena
los cangilones de esta lenta noria.

Tal vez sea ya la hora del olvido,
de poner punto y fin a tanta herida
con un dulce espitafio de amargura.

Después de lo soñado y lo vivido,
y del desgarro de la despedida,
es tan sólo el dolor lo que perdura.




Un perdedor camina por la acera.
No es más que un espejismo de inocencia
que alberga en su desdén la cruel sentencia
de aquel que nada tuvo y nada espera.

Tal vez sea su nostalgia verdadera,
o puede que le turbe la presencia
de tanto amor remoto y tanta ausencia.
Y en su remordimiento desespera.

Es tanta su cansera y su andadura
que apenas le sorprende el desengaño
de ver pasar la vida sin consuelo.

No hay quien remedie ya su desventura,
marcado para siempre por el daño
de arrastrar su memoria por el suelo.

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