CINE-CLUB

BREVES MEMORIAS
DEL
CINE-CLUB LOS PALACIOS

          «Frágil es la memoria para sostener y guardar los recuerdos, sobre todo cuando han transcurrido algo más de treinta años. Lo que presentamos es un apunte de lo vivido por algunos socios del Cine-Club Los Palacios y de la Asociación Cultural Searus. Intentamos plasmar, dejar constancia por escrito lo que nos ha sido revelado. Mucho queda por decir, aunque sólo Juan Gil podrá poner el acento, las comas, los puntos, completar o modificar el argumento de lo que ahora recordamos...».
         
          Como en tantas otras ideas y proyectos, Juan Gil fue el impulsor y decidido animador de poner en práctica la actividad de un Cine-Club en Los Palacios.

          Con la subvención, cobertura legal y amparo de la Obra Social y Cultural de la Caja de Ahorros San Fernando, se comenzó a caminar a finales de los años 70.

          En el salón que dicha entidad tenía habilitado en la primera planta de la sucursal de la avenida de Sevilla, con una capacidad para cien personas, se proyectaban las películas todas las semanas.

         Transcurridos unos años, a mediados de los 80, las proyecciones del Cine-Club se realizaron en el salón de actos de la biblioteca municipal. Dicho salón es hoy en día el estudio principal de grabación de los informativos de la television local.

   En sus comienzos el Cine-Club funcionó como un grupo independiente, aunque pronto pasó a formar parte de la estructura organizativa de la Asociación Cultural Searus. Se conserva el modelo de carnet que se le ofrecía a los socios, a  los que se les cobraba una pequeña cuota mensual durante la temporada.

          De odisea podríamos tildar la forma o manera en la que las películas llegaban y volvían a su procedencia. En primer lugar hacer constar que dichas películas se empaquetaban en maletines metálicos de forma circular y se necesitaban tres de esos rollos para el visionado de cada una. Hablamos de películas en formato de 16 milímetros. En un principio el encargado de traer y devolver las películas era Juan Gil, hasta que se decidió que fuese un «cosario» del pueblo quien hiciese ese cometido. Para ello se contrataba a «Caballero» o a «Remonta». En los últimos años, el suegro de Antonio Moreno (dueño de autocares Moreno), guardia civil retirado, era la persona a la que se le encargaba, asiduamente, la misión de recoger y llevar a la distribuidora los rollos de cintas de las películas. Para ahorrar gastos, alguna que otra vez se le encargó la misión a algunos socios, que por aquellos años comenzaban sus estudios en Sevilla.

          Las películas se alquilaban en dos casas especializadas de Sevilla: Claret Film, que tenía situada sus instalaciones frente a la Torre del Oro y San Pablo Film, cuyo local se encontraba en la calle Sierpes. Ambas empresas surtían de folletos en los que se detallaban los títulos, resumen del argumento, director, actores, etc. de las películas disponibles para alquiler.

          En una época, un tiempo en el que el cine social, de ensayo, de reivindicación no estaba al alcance de los jóvenes palaciegos que se asomaban a la sociedad cambiante y convulsa de finales de los años 70 y principios de los 80, el Cine-Club Los Palacios de la mano de A. C. Searus programaba ciclos de películas con alto contenido social, en las que se cuestionaban valores, ideas hasta aquellos momentos indiscutibles.

          Se proyectaron películas como: Johnny cogió su fusil (de Dalton Trumbo) , Che¡ (de Richard Fleischer), La Caza (de Carlos Saura), Mi querida señorita (de Jaime de Armiñán), Psicosis (de Alfred Hitchcock), Los pájaros (de Alfred Hitchcock), La ventana indiscreta (de Alfred Hitchcock), El baile de los vampiros (de Roman Polanski), Sonata de otoño (de Ingmar Bergman), Sopa de ganso (de los Hermanos Marx), Una tarde en el circo ( de los Hermanos Marx), etc...

          Finalizada la proyección se organizaba un debate, forum, donde los asistentes pedían el turno de palabra y exponían no sin discusión, a veces acalorada, lo que la película les había suscitado...La proyección no era más que un pretexto para lo que realmente preocupaba a aquellos jóvenes: la expresión libre de sus ideas sobre lo que estaba aconteciendo en aquellos años de cambio político y social.

          El Cine-Club dejó de programar actividades entre mediados y finales de los años 80, debido a la falta de subvención económica de la Caja de Ahorros San Fernando y por el cambio de intereses de la juventud local, que comenzaba a tener otras ofertas diferentes de ocio y tiempo libre. Las fórmulas pasadas, que en un tiempo habían animado a los jóvenes, ya no tenían el poder de atracción y reclamo para la juventud de Los Palacios y Villafranca.